viernes, 29 de abril de 2011

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No estás siempre en mi mente, solo te recuerdo cuando no me acuerdo de olvidarte. Pero admito que las tardes se me hacen un poco largas desde aquel jueves, y las madrugadas son interminables. No me he acostumbrado del todo a que no me den las buenas noches, te reconozco en distintas caras y siento que estás de pie apoyado en cada esquina de la calle. Se me hace un nudo en el estómago cuando llega una llamada o un mensaje, pensando en una pequeña posibilidad. Ojala pudiese haber guardado tu esencia, la fragancia que se quedó en el sofá, el olor de tus camisetas, y el tacto de tu espalda. Y en los momentos de debilidad desearías regresar al punto de partida, hacer buenas elecciones.


Tengo miedo de seguir echándote de menos y de que tú no lo hagas; pero también de dejar de echarte de menos, y de no poder echar de menos a nadie más. De que no leas esto; de tropezarme contigo, o de no hacerlo.

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